Por Ana Villarreal (*).- La pandemia expone una realidad sembrada de olvidos e indiferencias. El capitalismo también mete su cola en la esperanza por el hallazgo de la vacuna contra el Covid 19. La muestra más grosera, en estos sitios del planeta, producto de una racionalidad imperante que produce irracionalidades, es la descalificación de las alternativas provenientes de Rusia, China o Cuba.
Y aunque las vacunas no garantizan mover de lugar las condiciones sociales que provocan las enfermedades, las especulaciones del mercado en su torno, desnudan intereses mafiosos y criminales.
En una entrevista reciente el historiador y sociólogo estadounidense, Mike Davis reveló que “después de la aparición del SARS en 2003, un consorcio de laboratorios de Texas había desarrollado una posible vacuna contra el coronavirus que nadie estuvo dispuesto a financiar. Si se hubiera desarrollado -advirtió- dada la coincidencia del 80 por ciento entre los genomas del SARS-1 y el SARS-2, podría haber sido una base excelente para la producción acelerada de una vacuna contra el COVID-19”.
Está comprobado que las condiciones sociales y económicas deben ser analizadas científicamente como causantes de enfermedades. Al respecto, Davis, teórico urbano, autor de “Planeta de ciudades miseria”, entre otras obras, ha señalado que “a escala mundial, la deforestación es el mazazo que rompe los muros entre la naturaleza salvaje y sus enormes reservas de virus, por un lado, y las ciudades humanas superpobladas, por el otro”.
La salud humana es un asunto de interés social directo. En este sentido, el científico alemán Rudolf Virchow fue un pionero al promover la medicina social. Sustentó parte de su teoría y su práctica en los aportes de Federico Engels, fundamentalmente a partir de su obra “La condición de la clase obrera en Inglaterra”.
“Más le temo a la pobreza -supo expresar- que al bacilo de Koch”. Se esforzó en dar batalla contra fuerzas sociales contradictorias, que impedían la prevención. En 1848, Europa vivía revueltas revolucionarias, cuando dio a conocer el informe sobre la epidemia de tifus.
El legado de este médico patólogo, antropólogo, político, biólogo fue seguido para delinear propuestas de sanidad por varios gobiernos en el mundo. La experiencia chilena de Salvador Allende es una de ellas.
Sería, por lo menos, de necedad intelectual no advertir que el capitalismo ha tocado los límites mismos de la vida. Dan su cuenta de muerte, el recalentamiento global, la acumulación de desechos tóxicos, la carcinogénesis laboral y ambiental, la comercialización de las reservas de agua, el desmonte indiscriminado, entre otros factores.
La deuda de la respuesta social al proceso de la
enfermedad es histórica. Saldarla requiere que la ciencia y la medicina no se
separen de la realidad sociopolítica imperante. “La medicina es ciencia
social –enseñó Virchow- y la política no es otra cosa que medicina en
gran escala”. Y si no es así,
debería serlo.
(*) Periodista. Miembro de Conducción de
la UTPBA.