29 mayo, 2023

¿Llega Messi al próximo Mundial?  

Por Eduardo Verona (*).- Pocos minutos después de que Argentina se consagrara en Qatar el domingo 18 de diciembre del año pasado en el extraordinario partido frente a Francia, comenzó a instalarse una inquietud que abarcó, casi sin excepciones, a la totalidad del ambiente del fútbol argentino. La pregunta de tono existencial, siempre vigente, giraba y gira alrededor de un deseo y quizás de un temor no declarado de manera rotunda, pero sí incipiente: ¿Messi va a llegar a disputar el próximo Mundial en el 2026? 

El Flaco Menotti, dos meses antes de la conquista en Qatar, hizo una especie de conexión sui generis entre Maradona y Messi. Y en esta misma plataforma, nos dijo: “Estoy convencido que, si Diego hubiera tenido una vida más ordenada, su fútbol lo podría haber mantenido por lo menos hasta los 40 años. Pero duro poco en relación a su inmensa calidad. Su decadencia empezó en el Napoli, aunque haya ganado todo lo que ganó. Su físico no podía aguantar a lo que se exponía. Ahí arrancaron los graves problemas que no pudo solucionar. Jugaba partidos sin dormir una o dos noches y nadie le decía nada por miedo a que se enojara y se fuera al carajo. La verdad es que hacía lo que se le cantaban las bolas. Y nadie lo iba a cuestionar directamente. Su presencia paraba todo”. Y agregaba Menotti: “Esa manera de vivir fue terrible para su carrera de futbolista. Con una vida controlada como la que lleva Messi, no tengo dudas que Diego habría estado en la cima del mundo hasta los 40 o 42 años”. 

Se extendió Menotti, fuera de nota, sobre la posibilidad de que Messi continuara manteniendo un gran nivel futbolístico en las próximas temporadas y manifestó que su vida ordenada, familiar y tranquila le iba a permitir jugar y destacarse a los 39 años en el Mundial que se desarrollará dentro de tres años en Estados Unidos, México y Canadá. Hoy, a ocho meses de aquellas declaraciones que naturalizaban la perdurabilidad física y emotiva de Messi en los mayores escenarios, Menotti no piensa exactamente lo mismo. ¿Qué ve? 

Quizás lo que vemos todos con más o menos nitidez. Después de Qatar, a Messi lo empujaron y entró en zona de turbulencias. No muy graves por el momento, pero sí evidentes e incontrastables. La cúpula qatarí del PSG, alimentada por un microclima periodístico agresivo hacia la figura del astro argentino, comenzó una tarea de desgaste y de demolición que contó con la aprobación de un núcleo duro de hinchas del club parisino que lo silban, lo descalifican y por supuesto lo rechazan. Y nadie es totalmente impermeable a un campo de operaciones adverso, más allá de las fortalezas que puedan expresarse. Messi sintió y siente las fuertes resistencias que se le oponen. Advierte, con razón, que lo acosan. Que lo presionan. Que lo sancionan con una suspensión que él casi de inmediato la reduce y la disuelve pidiendo disculpas públicas al club, a sus compañeros de equipo y a los hinchas. 

Hoy, Messi, en definitiva, está en el lugar que no quisiera estar. Y esta circunstancia lo desplaza del foco que siempre persiguió: jugar en función del gran fútbol que puede ofrecer. No está jugando en función de ese fútbol. Y se lo ve más alejado que próximo al PSG. Más ocupado en resolver lo que pasa afuera que adentro de una cancha. Más atento a los factores externos que al universo de su brillante especialidad. Y su juego padece esta realidad. No porque se acerque al aplazo. Si porque toma distancia del esplendor. 


El PSG solo le va a sumar complicaciones, culpas, agravios, confusiones, problemas y desalientos organizados para que baje la guardia. Así no va a llegar bien al próximo Mundial. O directamente no va a llegar. Necesita Messi volver a encontrar su lugar en el mundo. Que todo indica que es el Barcelona. Esta es la llave esencial que lo liberará de tensiones construidas para debilitarlo. Queda visibilizada en cualquier vidriera razonable que al PSG arribó en el peor momento: Argentina derrotó a Francia en la final de Qatar, Kylian Mbappé quedó en segundo plano frente a la consagración mundial de Messi y una atmósfera fabricada para deslegitimarlo fue condicionando algunas o varias de sus mejores respuestas.                       

A pesar del temporal, Messi no se victimizó. No levantó temperatura ante la prensa internacional. No hizo el show del hombre atrapado por el conflicto irremediable. Pero despedirse del PSG, sin dudas, es una buena estrategia. Para él y para el futuro de la Selección. El Barça no es la casita de los viejos. Pero se le parece bastante. 



 (*) Periodista. Miembro de conducción de UTPBA.           

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