Antes de la dictadura militar, Marta luchaba por la vida, por una sociedad mejor. Nunca renunció a hacerlo, jamás se calló ante la mentira, la explotación, la impunidad.
Con la llegada del terrorismo de Estado, desaparecieron a su compañero, el periodista y escritor Haroldo Conti. Desaparecieron a 30.000 compañeras y compañeros. Por Haroldo y por todas y todos, por cada una y por cada uno, Marta exigió justicia. Y mientras marchaba reclamando verdad y castigo a los culpables de torturas y crímenes, denunciaba dentro del país y en el exterior a los asesinos militares y civiles.
Marta fue una irreductible militante de la UTPBA, una compañera integra, consecuente con su ideología, capaz de identificar inmediatamente a los traidores, a los soplones, a los oportunistas.
Se quedan con nosotros su solidaridad, su poesía, su pasión en la lucha, su esfuerzo intelectual y físico para aportarle a los demás aquello que ella entendía necesario, vital, frente a la adversidad.
Se quedan con nosotros sus invariables palabras ante los retos más difíciles:
¡Hasta la Victoria Siempre!