20 octubre, 2016

Naftalina, una identidad que no se apoliya

“Naftalina, para que nadie se apoliye” acaba de cumplir 30 años. Este programa innovador, consecuente, que recibió el Premio Mario Bonino en 2015, tiene en César Guzzo y Ariel Carranza dos profesionales a la altura de esa transgresora y original propuesta, quienes además impulsaron la iniciativa de La Causa Gracia, un espacio que nuclea a mujeres y hombres del humor y que acaba de publicar su tercer libro. César y Ariel hablaron con la UTPBA de la la historia de Naftalina, que actualmente sale al aire los lunes por FM Class.

“Naftalina es una identidad”, dicen a dúo. Una identidad compleja, como muchas, que tras asomar en radio América en septiembre de 1986 por impulso de César, terminó por definir el camino a recorrer y cómo en un aula de la facultad de Economía, donde César y Ariel coincidieron en cursar Teoría y técnica impositiva, “impuestos a las ganancias para hacerla más fácil”. César es César Guzzo, del que se puede suponer aún conserva cierto perfil que lo llevó a Ariel, que es Ariel Carranza, a preguntarse “este soyapa de donde salió” cuando lo vio entrar por primera vez a la facultad con ese pelo largo que aún conserva y un escudo gigante de Racing en una carpeta”. Se estaba yendo Raúl Alfonsín del gobierno y se preparaba Carlos Menem para cumplir con su obra depredadora.

“Nos sentamos juntos”, recuerda Ariel en su tarea de ordenar y verbalizar los recuerdos en cataratas que salen de la boca de César, “me contó su historia: revista Satiricón, La Cotorra, Eroticón, Sexhumor, y yo le cuento que mi viejo había sido actor de Telecómicos (Julián Carranza, que con 86 años colabora con el programa) y que yo había debutado en la tele a los 8 meses en los brazos de Luisina Brando, en un sketch con Juan Carlos Calabró y Miseria Espantosa, además de reconocer mi condición de futbolista frustrado que intentó, sin lograrlo, ser periodista deportivo”.

En esa autobiografía que Ariel le daba a conocer a César ya surgía la punta de un aspecto clave para entender esa identidad a la que ellos se refieren firmes y orgullosos: la nostalgia; que para los dos es inescindible de la necesidad de que la memoria desde una visión abarcativa en lo social, lo cultural, lo político, ocupe el lugar de privilegio.

César, por su parte, le contó la historia de esa Naftalina original, que incluía la fecha de inicio, los nombres de Miguel García, Pablo Klaise, Tuky, el paso por distintas radios y su intención de darle continuidad a un programa que, con su propia identidad, abrevaba en las fuentes de un humor irreverente pero no zarpado, con un fuerte reconocimiento, no siempre admirativo, hacia aquellos que en distintas etapas habían dejado de lado lo tradicional.

Una línea de tiempo acotada diría que en 1990 trataron de recuperar Naftalina, que consiguieron un espacio en Radio Universo, de Villa Lynch, en Radio Belgrano donde hacían una columna y que se largaron por ese entonces con un medio gráfico (Naftalina, para que nadie se apoliye report), en el que participaron Julio Parissi, Carlos Guarnerio, Wolf-Toul, Tuky. Después vino radio La Red, El Sol, y FM Patricios, radio Ciudad FM, más tarde La Tango (“fuimos uno de sus promotores”, comentan orgullosos), otra vez la Ciudad, Nacional.

Como Naftalina siempre fue un programa con guiones propios, en el que todo lo escriben los dos, acercando estilos y sin pelearse por el copyright, donde al decir de Ariel se conocen tanto que juegan al truco sin señas, las respuestas son a dos voces:

-En estos 30 años, ¿Cambió el programa?

Y sí, se fue aggiornando, porque uno va cambiando, así como van apareciendo arrugas, también van apareciendo novedades, siempre conservando la esencia, o sea la nostalgia, y el presente; por eso somos un poco tangueros, uno vive hoy un presente continuo con pretérito inmediato que nos hace recordar porque hoy vivimos hoy. Yo me doy cuenta que a muchos pibes les falta humor y uno trata de influirlos para que esto cambie, y muchos los compran, como (Martín) Piroyansky  que escuchaba el programa, y después vino a visitarnos, les enseñamos quienes eran Olinda Bozán, Francisco Alvarez, Nelly Laínez, Carmen Vallejos,  Niní Marshall. Por eso, además, creamos el primer curso de humor en la Escuelas Nacional de Artes Visuales, donde estamos dando técnica y análisis del humor.

-¿Qué es ser Naftalina 30 años después?

Es interesante lo que preguntan: ¿Qué es ser Naftalina hoy? Ser Naftalina forma parte de una identidad, que tiene que ver con un estilo de vida vinculado al desenfado y la sensatez al mismo tiempo, y sobre todo a la compañía afectiva de nuestra trasnoche, somos el programa de la trasnoche que siempre los acompañó, esto no quita que podamos tener otro horario en el futuro; hay una potencia afectiva muy fuerte, que es lo que estamos notando, no lo conocés pero si lo conocés lo querés. La vuelta de página que se prueba en este tiempo es la potencia de ese afecto. Hace un rato me preguntaban si presentábamos demo del programa, ya no presentamos, eso es maravilloso, vamos hablamos, porque ya nos conocen, la gente sabe de qué se trata y eso está bueno, está esa potencia, nos quieren.

-¿Por dónde pasaba el humor en la época que nace Naftalina y por dónde pasa ahora?

Hay dos cuestiones. Una cosa es el desenfado y otra la desprolijidad; otra es el desenfado y la utilización de la grosería y esto no es por ser pacato, pero creo que nosotros pasamos de la instancia de ser los chicos locos a ser los chicos buenos, se corrió el eje de buscar el humor primero en cosas donde no hay humor, donde no hay un pie, un remate, una historia, el humor directamente por ridiculizar de una manera grotesca una situación, uno lo mira y dice a mí no me causa gracia, el programa que salía en un momento apuntaba fuerte a decir cosas que otros no decían, ahora las cosas que dice Naftalina son cosas que a lo mejor nadie se rasga las vestiduras por escucharlas, no usamos malas palabras, no las decimos. Contamos una historia, jugamos con algunos personajes populares de la farándula, pero creo que ahora estamos en otro estadío, o sea en el estadío de trabajar prolijamente algunas cuestiones que otros apuntan a lo que no es un desenfado, sino un grotesco absurdo. Por eso creo que estamos jugando bien en la cancha de la abuela, la vecina, de la tía, del nieto y del sobrino, está pasando eso y lo notamos en el público, que es muy heterogéneo, que por ahí antes era más joven.

-Pero hace 30 años, ¿en qué cancha jugaban?

Estábamos en una cancha de un oyente muy audaz, que buscaba que dijéramos algo más picante. Ahí no estaban las abuelas.

-¿Cómo entra lo social y la política en el humor de ustedes?

No entra directamente, pero sí por vía indirecta. El nuestro no es un programa político, es un estilo de vida, ahora como estilo de vida, uno es un ser político y social, y obviamente nosotros nos ponemos del lado en el que le das espacio a las bandas under, a los artistas que otros medios no le dan difusión. Nos plantamos desde un lugar de reivindicar a los románticos, a los nostálgicos, a la familia, podemos hacer chistes de la gente pero sin llegar a dañarlos, uno traslada la ideología que trasciende el programa.

-¿Cómo se hace para que la nostalgia forme parte integral de la memoria histórica y no apenas de un recuerdo afectivo y que, a su vez, esa nostalgia permita acercar a los más jóvenes?

La historia es una continuidad. Si nosotros abrevamos desde Rico Tipo para acá, entonces abrevamos esas revistas, vimos películas de humor, de atrás para adelante, hacemos mención a eso, como dice Charly, es una influencia, o sea para que haya un Charly García tuvieron que estar los Beatles antes, y antes tuvo que haber gente que haga jazz, tuvo que haber gente que haga tango para que esté Charly García, es una continuidad. La nostalgia está presente porque cuando escribimos un radio teatro y escribimos un texto estamos en un tiempo presente por más que estemos influídos por todo lo anterior, entonces cuando tiramos una base, un ancla de lo anterior se puede comprender lo que hacemos porque somos parte de una evolución, somos un eslabón más de esa cadena, y si esa, nuestra cadena, reconoce elementos que vienen directamente de otros, bueno, esa nostalgia tiene sentido, porque es la plataforma en la cual se basa el eslabón en el que nos toca transitar. Nuestra nostalgia tiene un lema, desmiente aquello que todo está inventado, o sea tenemos nostalgia para darnos cuenta que todavía se pueden seguir inventando cosas, y por otro lado la nostalgia puede ser selectiva: yo tengo nostalgia de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo, que eso es positivo y no hay que olvidarlo, pero también tengo nostalgia de la dictadura, pero no porque tengo ganas de que vuelvan sino justamente para saber qué cosas hay que hacer para que no vuelvan.

-Quizás haya que precisar mejor, qué decimos cuando decimos nostalgia, porque existe la memoria, el recuerdo, la nostalgia, quizás estamos hablando de lo mismo y estamos usando un término con un alcance diferente.

La nostalgia creo tiene que ver, también, con una carga afectiva, no sólo es el recuerdo memorioso cuando uno lee esas revistas o ve las películas o programas de televisión que yo nombraba. Me acuerdo cuando estaba en mi casa, tenía unos 12 años, y todos los días tenía un programa cómico, un día estaba La Tuerca, otro día Hiperhumor, estaba Calabromas, Olmedo, estaban todos distribuidos, y pensaba qué lindo que tenga un programa cómico para ver cada día. Cómo no tener nostalgia de esos programas; tengo una carga afectiva de los distintos programas de humor que ví.

-¿Cuál fue el mejor de todos?

Olmedo, porque nunca perdió el eje.

-¿Cuál eje?

Él rompe la cuarta pared (NDR: aquella que está frente al escenario de un teatro, de televisión de cine). Por ejemplo el gol de Maradona, ¿cuántos lo pueden hacer? Un montón de gente rompió la cuarta pared y le salió como el orto, mucha gente copia gestos de él y quedan mal, entonces se demuestra que es muy difícil.  Él logró hacer creíble lo increíble y ahí es donde está la magia, tiene que haber un convenio no firmado entre el espectador y el que representa que resulte creíble lo que vas a ver, así sea la guerra de las galaxias. Olmedo lograba incorporar al sketch, incorporar a los técnicos, los camarógrafos, los diálogos entre Borges y Álvarez con (Javier) Portales que iban para cualquier lado, nunca perdían el eje, por eso era creíble. Era un número uno, brillante.

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