Por Joaquín Bonelli (*), desde Barcelona.- En la construcción de una sociedad se deben asumir, por parte de los individuos que la componen, ciertas responsabilidades y deberes, a través de los cuales se adquieren una serie de derechos que, idealmente, son iguales para todos. El objetivo de la construcción de una sociedad debe basarse en el bienestar de los individuos que la componen.
Los mecanismos legales a disposición de los gobiernos, como la restricción de circulación o el uso obligatorio de EPIs, se cimientan en el deber de los individuos que conviven en la sociedad de proteger a sus iguales, así como en el derecho de los colectivos vulnerables a ser protegidos. La responsabilidad individual pasa a ser la máxima premisa.
La actual situación de emergencia sanitaria mundial saca a la luz lo mejor de las capacidades sociales humanas, a la vez que expone nuestra visión más individualista del mundo.
España volvió a entrar esta semana en la lista de los 10 países con más casos acumulados de Covid-19; pésima noticia dada la progresiva y estudiada desescalada del confinamiento que se produjo las últimas semanas del Estado de Alarma, decretado el pasado mes de marzo, después de conseguir estabilizar la curva de contagios en todo el país. Se profundiza la división entre los vanidosos, que abogan por sacar rédito personal de la situación, y aquellos que luchan por fortalecer el conjunto de la sociedad en aras del beneficio común.Un vaivén diario de acusaciones en el que se dispara a matar sin importar el problema porque, para los que buscan destruir los logros sociales, cuanto peor, mejor.
Es difícil exigir responsabilidad social a la persona que cada día se le dice que la sociedad no responderá por ella. El miedo a infectarse, la angustia por un trabajo que pende de un hilo, la sombra de la recesión económica… El caldo de cultivo perfecto para que los corruptos abanderen el “sálvese quien pueda” y se diluya, poco a poco, la meta del bienestar social.
En contra, personas que se exponen para cumplir con su deber social; personal sanitario, transportistas, dependientes, maestros, trabajadores de la industria o del campo y más, hacen lo que está en sus manos para que todos tengamos cubiertos nuestros derechos sociales básicos.
El comportamiento individual de los seres humanos que componen una sociedad determina el comportamiento de ésta, contribuyendo a acercar o alejar la meta del bienestar social. Sobra decir cuál de las posturas es la que fomenta el avance social y la que nos dirigirá con mayor rapidez hacia horizontes más apacibles. Cerremos filas en contra del odio, la desigualdad y la injusticia. La solidaridad, la generosidad y la empatía deben ser componentes innegociables en las sociedades post-covid.
(*) Periodista