En estas épocas nada alcanza. No alcanzan, ante todo, los salarios, prácticamente lo único barato que tiene nuestro país. Los ajustes tampoco parecen ser suficientes. Luz, gas, agua, alimentos, combustibles y medicamentos aparecen cada unas cuantas semanas “ajustados”, “sincerados”, o lisa y llanamente aumentados.
En la puja salarial el Gobierno se propone jugar una carta más. Buscará imponer una paritaria general de un 15 por ciento y cajonear la cláusula “gatillo”, que hasta aquí es desde donde se reabre la discusión salarial si el porcentaje de la inflación supera lo acordado en Paritarias.
Ante este panorama se cae de maduro un lugar común a la hora de analizar estas medidas: el trabajador es la variable de ajuste, tan obvio como cierto
Desde el Gobierno Nacional señalaron que este apuro por ponerle un número fijo a los salarios, en una economía que empuja los precios hacia arriba cuanto menos una vez al mes, busca dar señales de “previsibilidad”. Lo único previsible, si esta iniciativa prospera, es que el 2018 traerá pérdida del salario real con respecto a la inflación, y por ende, una mayor empobrecimiento de la clase trabajadora y de los jubilados y jubiladas. No habrá eufemismo que valga.