9 junio, 2016

Pensamientos

 

Por Daniel das Neves (*).- Es muy difícil pensar, pensar es trabajar, decía hace unos días Tomás Abraham, quien asegura sentirse cautivado por la inteligencia: “un modo de mirar, un modo de ver” definía el escritor y filósofo. Se piensa cuando hay un problema, una dificultad, un obstáculo, profundizaba. Y de inmediato oponía a esa forma de actuar a aquellos que creen, no desde una perspectiva religiosa, cuestionando a los que todavía “creen que existen las ideologías”.

Quien invoca la enorme virtud de pensar y reconoce la forma en que lo seduce la inteligencia, no garantiza que sus dichos sean una fuente incuestionable cuando se trata de tener “un modo de mirar” el mundo y la realidad. Incluso se puede apelar a la contrapartida del “trabajo”, ese componente que Abraham destaca respecto del pensar, para explicar un pensamiento tan simplista, lineal y superficial como el que sostiene en esa misma entrevista, cuando dice que nadie quiere una sociedad comunista como tampoco un capitalismo salvaje porque “más o menos estamos de acuerdo en este ideario de clase media, educación, salud, viajar, poder tener un sueldo que te permita algo”.

El ejercicio de pensar se tomó un riesgoso descanso o la creencia metió la cola en esa reflexión de Abraham, que parte de una estimación para arribar a una conclusión que abona esa grieta tan temida, entre el supuesto “ideario” y una realidad que –numérica y cualitativamente- se encapricha en demostrar que es un obstáculo que no se siente interpelada del todo por ese pensamiento. Aunque sí por otros.

El abogado e investigador Juan Pegoraro, que acaba de editar “Los lazos sociales del delito económico y el orden social”, acude también al pensar para referirse sociológicamente a las ilegalidades y el delito, a cuento de los Panamá Papers y señala que “el delito está constituido por las ilegalidades económicas que se consuman cotidianamente, a cada hora. Esos delitos no son desviaciones, son la norma… Ahora se habla de los paraísos fiscales como un escándalo, pero no se plantea el modo en que este tipo de ilegalidades estructuran cotidianamente el orden social y las funciones que cumplen para el sistema financiero”.

La cabeza de Pegoraro también demuestra pensar cuando a continuación cita a Carlos Marx y la imposición de un orden social en la acumulación originaria de un sistema conocido como capitalista. “Existe una acumulación originaria continua y que la desigualdad social y la concentración de la riqueza lo expresan. El orden social hoy se reproduce en gran parte mediante el delito económico organizado”, comenta Pegoraro quien agrega que la “modificación en la composición de los grupos dominantes, contribuye a la lucha entre distintas facciones, permite ascensos sociales y produce la creciente desigualdad social en el mundo. Pero esos delitos son mayormente impunes y cuando se judicializan es porque no se pudieron resolver esos conflictos de interés en forma privada”.

Pero no alcanza con pensar, volvemos a Abraham, “en política además hay que hacer, tener herramientas”. Algunos las disponen para garantizar la tranquilidad de aquellos que están “más o menos de acuerdo” (que siendo una contundente minoría controlan necesidades, deseos, aspiraciones de una abrumadora mayoría); otros enfrentan obstáculos tan enormes que parten de argumentar sobre la existencia de las ideologías para terminar explicando el carácter transformador imprescindible que deben tener esas herramientas. Tarea inacabada, en lo teórico y en lo práctico.

“Es indispensable ser irreverente con la tradición”, afirma certeramente Abraham. Nada más tradicional que un sistema que acumula siglos, perfeccionando los métodos para que cada vez menos concentren todo el poder en contra de la mayoría de la humanidad.

(*) Periodista, miembro de conducción de la UTPBA

 

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