Por Sergio Torres (*).- Los datos que circularon en los últimos días generaron indignación a nivel mundial, son demasiado contundentes y oprobiosos como para pasarlos por alto: más de 6.500 trabajadores murieron -hasta ahora- realizando tareas de infraestructura de cara al próximo Mundial de Fútbol Qatar 2022, de acuerdo a un informe publicado por el periódico inglés The Guardian.

A falta de mano de obra local, la organización contrató trabajadores de países como Pakistán, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Kenia, Filipinas e India, tanto en la construcción de los estadios como así también en rutas, hoteles y aeropuertos.

Como señaláramos hace seis años, en la edición marzo – abril de 2015 de Movimiento Continuo, hasta aquel momento eran 1.300 los trabajadores muertos en tareas directamente vinculadas a la realización del Mundial, y nos preguntábamos: “¿se podrán cumplir los objetivos sin violar condiciones laborales, de seguridad y de respeto por la condición humana? Es una respuesta que en Qatar y en todos los lugares del mundo en donde el dinero está por delante de las personas aún espera por una respuesta”.

Más allá o más acá de los análisis e interpretaciones de los datos y las estadísticas que cada país tenga en relación a los riesgos laborales u otros parámetros, los trabajadores dentro de la lógica capitalista son el elemento sacrificable, incluso en el más ominoso de los sentidos, para llevar adelante los más ambiciosos mega proyectos a escala global.

Las demandas de los trabajadores siempre están vinculadas a la remuneración, las condiciones laborales, la explotación y las consecuencias de exponer la vida para cumplir metas y plazos. El dinero manda. En su tablero de ajedrez, el capital repone peones continuamente.

A poco más de una año y medio del inicio de la vigésima segunda Copa del Mundo hay algunos datos que vale la pena tener en cuenta. Qatar invirtió al menos 200 mil millones de dólares en la organización. Es el quinto proveedor mundial de gas natural licuado -la tercera reserva mundial- y es el decimosexto productor de petróleo y, cómo no, es el país con la mayor renta per cápita del mundo.

(*) Periodista.