III. Libertad de expresión y Censura, Hegemonía y Contrahegemonía
Por Guido Fernández Parmo (*).- En nuestra última entrega vimos cómo los medios pueden decir la verdad y construir la realidad al mismo tiempo. Hasta aquí, podemos decir que los medios o bien nos muestran lo que pasa o bien ocultan lo que pasa (verdad-mentira).
Pero el papel de los medios en la construcción de la realidad es todavía más complejo cuando pensamos en la dimensión del poder. La tradición liberal, siguiendo la lógica de los derechos, denuncia la intervención del poder en los medios como censura e invoca, por el contrario, el derecho a la libertad de expresión. Por otro lado, desde una tradición de izquierda, Antonio Gramsci, el intelectual italiano encarcelado por Mussolini, mostró la dinámica de los medios ya no de comunicación sino de dominio. El problema no pasa sólo por libertad o censura sino por la hegemonía y contrahegemonía.
Libertad de expresión-censura
En una sociedad democrática se parte del principio de que todos los ciudadanos tenemos derecho a expresar nuestra opinión. Se trata de uno de los derechos que el pensamiento liberal logró imponer en la Europa del siglo XVIII a través de la Revolución Francesa. En los artículos 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, se dice que todos tenemos derecho a expresar libremente nuestas opiniones. Artículo 10: “Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, siempre y cuando su manifestación no perturbe el orden público establecido por la Ley”. Artículo 11: “La libre comunicación de pensamientos y opiniones es uno de los derechos más valiosos del Hombre; por consiguiente, cualquier Ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, siempre y cuando responda del abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley”. El problema aparece en el artículo 12 en donde se plantea quién garantiza ese derecho: la fuerza pública.
La fuerza pública debe estar instituida en beneficio de todos, y así lo cree el principio de representatividad de la democracia liberal. Pero incluso aceptando este principio, deberíamos preguntarnos si la fuerza pública, el Estado por ejemplo, puede intervenir en las empresas privadas de medios de comunicación. Habrá aquí un conflicto de intereses. Originalmente, la libertad de expresión se pensó en un mundo en donde los medios no eran grandes corporaciones planetarias y privadas que producen ganancias millonarias.
Lo contrario de la libertad de expresión es la censura. La censura implica impedir la libertad de expresión. Para poder ejercerla, es preciso que haya una acumulación de poder por encima de la libertad individual.
El poder siempre impone la censura a los individuos que, así, estamos condenados a enfrentarnos a él con la única arma del derecho a la libertad de expresión. El derecho a la libertad de expresión buscaba garantizar esa libertad individual contra el poder del Estado. En nuestras sociedades democráticas, el problema no se da sólo en el conflicto de intereses entre el Estado y los medios de comunicación que se daba en 1789, sino, curiosamente, en el conflicto entre los medios de comunicación y los ciudadanos. Porque son los propios medios quienes, al ser centros de poder, ejercen la censura de las voces del pueblo.
Por otro lado, la libertad de expresión también se enfrenta a otros poderes: desde el económico hasta el del narcotráfico. La fuerza pública, que debería garantizar la libertad de expresión, el Estado en nuestro caso, ha demostrado o bien ser cómplice o bien impotente. En nuestro mundo, la hondera de este derecho no puede hacer frente al Goliat de los medios y el poder. En el año 2017, el poder ha asesinado, sólo en Latinoamérica, a 37 periodistas.
Se necesita otra cosa distinta que un derecho.
Puntualizaciones sobre la censura.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu ha propuesto un concepto de censura sumamente útil y actualizado a los tiempos que corren: la censura invisible. En su libro “Sobre la televisión”, Bourdieu dice que la censura en estos medios que son empresas privadas, se ejerce de manera invisible. Porque los periodistas se han convertido en empleados de empresas que, desde su formación, van dirigiendo su manera de pensar. Y cuando esto no es suficiente, la censura se ejerce en el momento de contratar al empleado-periodista: ninguna empresa mediática contraría hoy a un periodista crítico del poder concentrado de los medios. Así, se forma una intelectualidad orgánica a los grandes medios. Una vez en el trabajo, nadie tiene que censurar nada: la censura se viendo ejerciendo desde hace mucho en una especie de selección de los más aptos.
Los más aptos para garantizar la reproducción del poder.
Hegemonía y contrahegemonía
Antonio Gramsci nos ha dado uno de los conceptos más útiles para pensar la lógica del dominio de los medios de comunicación: “hegemonía”. Para el intelectual italiano, todas las sociedades pueden reproducir sus características,reproducirse propiamente, “cementando” o pegando todas sus partes para mantenerlas en su lugar. Este cemento es la ideología, es decir, la concepción del mundo que existe en una sociedad. Pero, ¿quiénes son los que dirigen en una sociedad, los que mandan o gobiernan e imponen una ideología? Para Gramsci, que venía de la tradición marxista, la clase dominante. La hegemonía es el dominio ideológico que una clase ejerce sobre la otra. En la sociedad capitalista, la clase propietaria.
Por esta razón, la historia de los medios de comunicación ha acompañado al pié de la letra la historia del capitalismo. Si en la actualidad el capitalismo se ha concentrado en grandes corporaciones, abandonando, al menos en su centro, la pequeña producción industrial, los medios también se han convertido en grandes corporaciones en la medida en que son la herramienta de dominio ideológico del poder burgués.
No debemos olvidar que la hegemonía explica el dominio de clase que hacen los medios de comunicación. No debemos olvidar lo que dijimos en entregas pasadas: quien domina es el poder burgués. Y, por esto, la lucha debe dirigirse hacia él. La contra-hegemonía debe entenderse, siempre, como una lucha de clases, de una clase, la trabajadora (obreros, campesinos, esclavizados, desocupados, trabajadores asalariados, en negro, etc.) contra la clase burguesa. La contrahegomonía no se da entre grupos de medios, entre empresas, sino entre clases (algunos parecen olvidar esto). Resulta ridícula pensar que la lucha es de una empresa contra otra. La lucha siempre es del trabajador contra el patrón.
Los conceptos de hegemonía y contra-hegemonía son la continuación política de los de censura y libertad de expresión. La censura es en realidad hegemonía, imposición de una visión del mundo funcional al poder burgués. La libertad de expresión es la contra-hegemonía como lucha de clase en el plano ideológico.
Puntualizaciones finales
1. La sociedad capitalista que crea estos grandes centros de poder y de dominio que avasallan las libertades individuales es la misma que impone la idea de que el individuo tiene derecho a la expresión. Este ha sido el gran acierto de la configuración liberal-capitalista de dominio: no sólo imponer la enfermedad (la desigualdad) sino también ofrecer la supuesta cura (la libertad de expresión). Entonces luchamos, muchas veces, con las armas que el mismo enemigo nos ha provisto. De ahí que esta lucha no alcance a hacer mella al poder. Al poder se le disputa poder. Al poder se lo pelea con poder.
2. Si el poder de la censura y la hegemonía es el burgués, se deberá luchar no en nombre de la libertad individual sino en nombre de la clase trabajadora. Si los periodistas son asesinados por todo el mundo no es porque se busca censurar la opinión personal, sino porque se busca censurar lo que el poder hace con los pueblos. No es a mí a quien censuran, sino a los pueblos oprimidos. Como dice Javier Couso en relación a la muerte de su hermano en la Guerra de Irak en manos del poder estadounidense: el rostro del periodista asesinado es la “razón del imperio” y la “sumisión de la colonia”. El rostro del periodista asesinado no es sólo individual, familiar o personal: en él podemos ver los rostros de todos los pueblos y trabajadores asesinados por el poder burgués mundial.
3.El derecho a la libertad de expresión tiene el mismo problema que la democracia representativa: la representación, necesariamente, deja afuera a una buena parte de los ciudadanos.
¿Cómo podemos ejercer nuestro derecho a la expresión, nuestro derecho a opinar, en un mundo en donde las corporaciones mediáticas dominan la expresión? La existencia de los medios de comunicación alternativos, barriales, comunitarios, busca dar lugar a todas esas voces dejadas de lado por los grandes medios. Y entonces, aquí, vemos cómo el problema de la libertad de expresión debe complementarse con el de la contrahegemonía para que tenga algún sentido. En una sociedad desigual y clasista como la nuestra, la libertad de expresión debe ser medida por su fuerza. Esto quiere decir que no podemos decir que hay libertad de expresión cuando no todas las mismas voces tienen la misma fuerza. No deberíamos hablar de libertad o de democracia comunicacional cuando existe desigualdad en la fuerza de expresión entre una corporación mediática y un medio barrial.
Los medios de comunicación alternativos deben poder unificarse del algún modo para que esos puntos de libertad de expresión de las múltiples voces puedan disputar poder a los grandes medios. Si alguna vez dijimos “No hay democracia informativa sin democracia económica”, ahora podríamos decir “Nos hay libertad de expresión sin poder de expresión”.
(*) Profesor en Filosofía. Docente y comunicador.
Sobre el asesinato de periodistas:
https://utpba.org/2018/01/05/ciap-felap-37-periodistas-asesinados-en-america-latina-en-el-2017/
La Declaración de 1789:
http://www.conseil-constitutionnel.fr/conseil-constitutionnel/root/bank_mm/espagnol/es_ddhc.pdf
Antonio Gramsci y la hegemonía:
http://www.gramsci.org.ar/GRAMSCILOGIAS/gruppi-heg-gramsci.htm
Javier Couso sobre el asesinato de su hermano: