Por Guido Fernández Parmo (*).- En medio de la campaña presidencial para su reelección, el Presidente de EEUU es denunciado por una joven de haberse “propasado” con ella en el interior de la Casa Blanca. Al ponerse en riesgo toda la campaña electoral, se activa un plan secreto para distraer a la opinión pública que consiste en armar una guerra con algún país semi desconocido para la opinión pública norteamericana. Un misterioso agente del Presidente contrata a un productor de Hollywood para que filme escenas de guerra, invente una historia de víctimas y héroes y realice la que será su producción más realista y exitosa.
Por increíble que suene, esta historia es de ficción. Se trata del argumento de la genial película Mentiras que matan (en inglés Wag the dog) en donde Robert de Niro es el arquitecto de la ilusión y Dustin Hoffman el productor con sueños de grandeza. El nombre de la película en inglés es sugestivo: wag quiere decir mover la cola, como cuando decimos que un perro mueve la cola (the dog wags his tail). Wag the dog sería que la cola mueva al perro. Mientras que los medios deberían, según una concepción algo ingenua, reflejar a la realidad, ser su espejo, en este caso se invierte la relación y la realidad refleja lo que los medios dicen, la realidad se convierte en lo que los medios hacen de ella.
Vamos a tomar esta película como eje de una serie de reflexiones sobre el tema de la construcción de la realidad que hacen los medios. Nuevamente, lo haremos en una serie de entregas en donde, cada vez, reflexionaremos sobre algún aspecto del fenómeno de la construcción.
El tema, como es sabido, se ha impuesto en los últimos años y sirve para acusaciones cruzadas de todo el espectro político de nuestro país. Hablamos constantemente del poder de los medios, de que los medios logran imponer una realidad, una imagen de la realidad, de que los medios mienten, engañan, generan sensaciones, manipulan la conciencia y la voluntad electora. Hasta se ha llegado a inventar un término como el de “postverdad” con tal de seguir hablando de lo mismo sin decir nada nuevo. En definitiva, se dice que los medios construyen la realidad.
Pero, ¿qué quiere decir que los medios construyen la realidad? ¿Es lo mismo construir que mentir? Si no contruyeran, ¿qué deberíamos decir entonces, que reflejan la realidad o que la tapan? ¿Mentir es dominar? ¿se puede dominar sin mentir? ¿Es posible no mentir, no construir cuando se habla desde los medios?
Vamos a organizar nuestro análisis en las siguientes entregas:
I. Mentira
II. Construcción y verdad
III. Liberad de expresión y Censura, Hegemonía y Contrahegemonía
IV. Desde dónde construimos la realidad
I.
Mentira
Los medios mienten. Mentir es simplemente presentar algo inventado como real y que no se parece en nada a la realidad. Los medios mienten cada vez que presentan como verdadera una información que, sencillamente, es falsa. Mentira era esa tapa de una revista que decía, durante la Guerra de Malvinas, “Vamos Ganando”. Nunca fuimos ganando, problablemente, ni en los sueños más desvariados de los militares. “Vamos ganando” era, sencillamente, una mentira.
En el año 2001, el 11 de septiembre, mientras las Torres Gemelas estaban humeando como dos chimeneas monstruosas, una famosa cadena de noticias norteamericana dividió la pantalla y puso de un lado a las Torres y del otro a un grupo de “árabes-musulmanes” festejando. La noticia se presentaba así: mientras que nosotros sufrimos ellos festejan. Las imágenes mostraban a un grupo de palestinos que, mientras festejan, levantaban una bandera… ¡iraquí! Las imágenes resultaron ser de archivo, esto es, no era lo que estaba sucediendo en ese momento. Esa gente festejaba por alguna otra cosa en otro momento ya pasado y claramente no eran palestinos sino iraquíes. Después de todo, ¿a qué medio prestigioso y profesional no le pasó de confundir palestinos con iraquíes? Eso fue una mentira. Como lo fueron las subsiguientes informaciones presentadas por los medios sobre las armas de destrucción masiva. Los medios, en ese momento, fueron literalmente eso: medios para difundir mentiras. Medios de otros poderes, instrumentos de otros poderes: el imperio norteamericano, la dictadura militar.
El 11 de abril de 2002 se produjo en Venezuela un intento de golpe de Estado. El presidente, elegido democráticamente, es tomado como rehén. Una dictadura buscaba imponerse a la fuerza. El golpista Pedro Carmona Estanga y sus medios aliados dijeron que su toma del gobierno se debía a un vacío del poder y de que Chávez había renunciado voluntariamente. Como quedó demostrado en el documental La Revolución no será televisada de los realizadores irlandeses Kim Bartley y Donnacha O´Briain, nada de todo eso era cierto. Curiosamente, los realizadores quedaron encerrados en el Palacio Miraflores y pudieron grabar todos los acontecimientos que demostraron el intento de golpe.
Como había ocurrido menos de un año antes con las imágenes del 11 de septiembre, en el intento de golpe de Estado también las empresas de medios montaron imágenes para mostrar que simpatizantes chavistas disparaban sobre la población despiadadamente. La televisión mostraba cómo partidarios de Chávez disparaban desde arriba de un puente a la gente. La imagen sólo mostraba a personas disparando aunque no se veía a dónde disparaban. El informe decía que lo hacían hacia los manifestantes que marchaban pacíficamente por debajo del puente. Nuevamente, con posterioridad, se demostró, con imágenes tomadas desde otro ángulo, que el montaje no representaba la realidad y que se trataba de imágenes de contextos distintos: debajo del puente no había nadie. El montaje ya había sido construido. La mentira organizada de los medios opositores dejaría permanentes secuelas en la opinión pública extranjera.
Por seguir con Venezuela, mientras el presidente Chávez se debatía entre la vida y la muerte, el periódico español El Pais publicó una foto del presidente en un hospital. La persona que aparecía en la fotografía no era, sin embargo, Chávez. El diario, tal vez de los más prestigiosos y profesionales de habla hispana, tuvo que disculparse por haber publicado una fotografía falsa: se les había pasado confirmar la identidad del hombre, nada más. Nuevamente, después de todo, ¿a qué medio prestigioso y profesional no le pasó de haber confundido a un presidente con un hombre común corriente?
No hay que olvidarse de estas cosas. De casos de mentiras organizadas por medios de comunicación que, lamentablemente, no han perdido prestigio ni credibilidad.
¿Quién miente?
La pregunta es importante porque tendemos a confundirnos. Los medios tienen un nombre engañoso: “medios de comunicación”. Literalmente, esto quiere decir que ellos son intermediarios, los eslabones que transmiten algo (información, imaginemos) de un lado a otro. Como si fueran carteros que desplazan una carta de las manos del enamorado a las de la enamorada. A nadie se le ocurriría pensar ni que el cartero es quien escribe la carta, ni que tampoco pueda alterar algo de la declaración de amor.
El problema es si los medios de comunicación son meros medios o no. Y claramente no lo son por muchas razones.
La primera de ellas es que con el tiempo se han convertido en grandes empresas y corporaciones. Parece una obviedad, pero solemos olvidarnos de esto. Y una empresa, sea de medios o de alimentos transgénicos, antes que cualquier otra cosa, tiene como sentido primero la ganancia económica. En tanto empresas, los medios no son meros medios, sino empresas que persiguen lo que todas: ganar dinero. Y lo hacen vendiendo información.
La información se ha vuelto una mercancía, es decir, debe ser vendible. Y como ocurre con los shampúes, las zapatillas de correr o los modelos de TV, hay que producir del modelo que más vende. Esto es, dar la información que más vende. Primer límite a la idea de medio de comunicación.
Pero hay otro límite. Cuando los medios se convierten en grandes empresas y corporaciones, dejan de ser exactamente medios. Una empresa produce mercancías y hoy en día los medios pertenecen a empresas comprometidas con el desarrollo de contenidos audiovisuales de ficción, de microchips para satélites, de servicios de comunicación, etc. Como si se tratara de un pulpo, a medida que vamos viendo las relaciones de un medio con las empresas que lo rodean, vemos cómo puede estar no sólo conectado con la producción de una serie de TV, sino también con la producción de un sistema de seguridad informático, de leyes vendidas a los legisladores o con la fabricación de armas.
El Capital es así de amorfo, de camaleónico. Y entonces los medios, decimos, son parte del Poder que gobierna en el mundo. Como alguna vez dijo Noam Chomsky en una charla en la vieja sede de la UTPBA de la calle Alsina: las oficinas de la CNN y la CIA se terminan pareciendo mucho. Si durante el nacimiento del capitalismo la Fábrica y la Cárcel se parecían mucho al punto de confundirse (en su diseño arquitectónico, pero también en sus funciones), ahora la oficina de un CEO y la del director de una Agencia de Terrorismo como la CIA también se parecen y también se confunden al punto de tener las mismas funciones.
¿Quién miente entonces? ¿Quién es el sujeto de la mentira, el mentiroso? Debemos decir que el Poder.
Otra cosa que no debemos olvidar: quien miente siempre es el Poder. Los medios, los periodistas, a lo sumo, serán los medios para organizar la mentira, el medio en donde la mentira se organiza y produce.
Los medios mienten, pero también dicen la verdad. En la próxima entrega diremos que los medios, sin mentir, construyen la realidad, así como hay periodistas que, muchas veces arriesgando sus vidas, dicen al verdad.
(*) Secretario de Cultura y Deportes de la UTPBA. Profesor en Filosofía y Letras.
Para leer y ver más tarde:
Mentiras que matan hecha realidad: Sobre el caso de los ataques con armas químicas en Siria:http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/04/16/el-perverso-arte-de-construir-una-guerra-primera-parte/#.WvGcaloyGhA
Las excusas de El Pais sobre la falsa fotografía de Chavez:
https://elpais.com/internacional/2013/01/24/actualidad/1359060599_118030.html