Desde hace veinte años, en nuestros países se habla el mismo discurso: la degradación de nuestra biodiversidad, como consecuencia de los estragos del cambio climático, que en el caso de la República Dominicana se expresa cada año con sequía, lluvias torrenciales, ola de calor, aumento de la temperatura, elevación del nivel del mar, huracanes, incendios, tormentas, con terribles daños para toda la sociedad.
Todos sabemos que los países desarrollados son los responsables del mayor porcentaje de gases de efecto invernadero, que, en el caso de la República Dominicana, la pequeña isla del Caribe, afecta nuestras costas, playas, la biodiversidad, la producción agrícola.
Este año, la sequía ha sido terrible y el calor mata gente.
A esa situación ahora se agrega el polvo del Sahara, que causa problemas respiratorios en la población, el cielo se vuelve opaco y serias afecciones de la piel en niños y adultos.
Las temperaturas calurosas están unidas a la llegada de polvo proveniente del Sahara, cuyas partículas vienen cargadas de hongos, bacterias, hierro y otras materias orgánicas que causan irritación, comezón, alergias y dañan los pulmones.
Ahora resulta que el cambio climático también está afectando la producción de energía convencional, por la llegada del sargazo, que es la ola de algas en el mar que afecta la generación.
Mucho calor o temperatura alta; sequía y polvo del Sahara, aumenta el consumo de energía en República Dominicana, que es uno de los países del mundo más vulnerable al cambio climático.
Pero ese discurso del cambio climático hoy está en manos de los grandes generadores de riquezas, productores de gases, consumidores y todos los que usamos electricidad, combustibles fósiles, producimos cemento para la construcción, eliminamos la vegetación y cambiamos el uso de suelo.
Agréguele a esto los bienes y servicios que consumimos cada día y que son generadores de gases de efecto invernadero, lo que quiere decir que de alguna forma somos parte del problema.
Pero las grandes naciones e industrias, tienen que afrontar este desafío, consciente de que los más débiles, sólo sufren sus consecuencias.