El mismo día en que el invierno se preparaba para despedirse, los trabajadores de Radio Rivadavia tenían la noticia buscada: la justicia, definitivamente, había resuelto aceptar la propuesta de avenimiento impulsada por la abrumadora mayoría del personal de la emisora y por lo tanto los firmantes de ese acuerdo garantizaban sus puestos de trabajo y el cobro de sus deudas pre y post concursales.
La quiebra resuelta en agosto de 2017 pasaba a formar parte de la historia y todos los que en asamblea, con el acompañamiento y acción de sus organizaciones, habían resuelto garantizar la salida al aire de la radio y pelear por su lugar de trabajo, lograban su objetivo.
Juez, sindicatura, oferentes, viejos dueños, dueños transitorios, nuevos dueños, remate son expresiones que remiten a nombres y responsables que los trabajadores de Rivadavia conocen muy bien, y sin sobrentendidos.
Conductas miserables, amenazas, ilegalidades, promesas de cartón, compromisos violados, se movieron en una zona de impunidad a la que sólo le puso límites la lucha colectiva, que profundizó firmeza, coherencia y unidad en la medida en que los obstáculos alejaban de cualquier expectativa de futuro la continuidad de la radio, antes y después de declarada la quiebra.
La pelea más tradicional contra patrones perversos, activos militantes de la mentira organizada –que llevaba años- se amplió cuando nuevos explotadores reprodujeron los mismos comportamientos y entre ambos abrieron la puerta a la quiebra, una instancia que se convirtió en el máximo desafío de los trabajadores y sus organizaciones (AATRAC, UTPBA, SAL, SUTEP).
Fue en el día de ese mazazo cuando una asamblea decidió mantener la radio al aire y llevar la lucha hasta el objetivo de mantener cada puesto de trabajo, en el momento en que las autoridades judiciales llegaban para ejecutar la desaparición de la radio.
Y no hubo descanso en la búsqueda de esa meta. Con todas las herramientas (gremiales, legales, políticas) aportando en un conflicto que nunca varió su intensidad: apenas padeció la invisibilidad de tiempos muertos informativos que responden a la lógica de intereses donde lo que plantean los que luchan no son la prioridad.
Menos aún si las resoluciones colectivas hieren mezquindades y exponen a la sordidez, donde caranchos, ventajeros e idiotas actúan bajo la protección judicial, la complicidad empresaria y la resignación colectiva.
Pero la resignación no tuvo lugar. Ni cobrando una miserable prorrata como único ingreso a cambio de mantener al aire la radio. Ni cuando la decisión era ir a remate, una vez, dos veces, tres veces. Ni cuando un grupo de egoístas y oportunistas impedía que una decisión colectiva –el avenimiento que firmaron 90 trabajadores con la empresa que levantaba la quiebra y se comprometía, ante la justicia, a garantizar los puestos de trabajo, las funciones y el pago de las deudas pre y post concursales- se cumpliera, teniendo el visto bueno del juez, al sindicatura y el Enacom: una vez, dos veces, tres veces, y muchas más. Ahora se trata de que los nuevos dueños cumplan con lo firmado, que fue lo que les permitió llegar al control de la radio. Los trabajadores y sus organizaciones lograron que Rivadavia atravesara los peores climas en un invierno interminable. Asoma la primavera, pero no está mal tener a mano un abrigo; y hasta un paraguas.