13 julio, 2020

Silvina en primera línea

Los profesionales de la salud han demostrado un alto grado de compromiso en sus lugares de trabajo, en el mundo entero, en el contexto de pelea contra el Covid 19. Con jornadas extenuantes y un alto nivel de exposición al contagio, no siempre han encontrado el reconocimiento de la población. La UTPBA comparte el testimonio de Silvina, psicóloga del Hospital Tobar García.

Silvina:

“¿Qué cambió? Casi todo. No hay niños circulando por el hospital. Principio de cuarentena, padres temerosos. Se evita la circulación de gente. Se espacia la atención presencial.

La sala de juegos vacía, pero no se pueden discontinuar los tratamientos. Arden los celulares. Se envían recetas virtualmente. Videollamadas a la orden del día. Pacientes internados. Se restringen las visitas, hasta que, protocolos mediante, se suspenden.

Población cautiva en salud: avanzan los protocolos y los cuidados. Se limita la cantidad de profesionales que entran a las salas.

Triage (clasificación de pacientes y su cuadro clínico para ser derivados rápidamente a su lugar de atención) a la entrada del hospital. Se reparten barbijos, uno por día. Barbijos para todos, a medida que avanza el tiempo y la cuarentena y equipos de protección personal y máscaras faciales, según protocolos, lugar y función del personal.

‘Todo es dinámico’. Frase preferida en bocas de muchos cuando tenemos que ir cambiando las medidas a tomar.

Preparar consultorio de aislamiento para esperar resultado del hisopado, si un niño o joven debe internarse. Luego permanecerá 14 días en sala de aislamiento preventivo, con familiar que también se hisopa. Familiar, si entra, no sale. Si sale, no puede volver a entrar, permanece en la sala, por ejemplo, con su hijo.

Se organizan líneas telefónicas de atención: ‘Salud mental responde’.

Empiezan los testeos al personal IGG e IGM (testeos rápidos) y los 10 minutos de espera del resultado disparan fantasías y miedos. Si da positivo, hay que ir a hisoparse y aislarse.

Detalle, mi equipo de guardia fue el primero en testearse. Todos negativos.

Nos abrazamos afuera del hospital. No lo hicimos en los siguientes testeos semanales. No se puede. Cómo disfruté estos abrazos primeros.

Lo mejor y lo peor de cada uno se dispara y se potencia en la pandemia, ni lo dudo.

¿Cómo nos sostenemos? Apoyados en el grupo humano, en los que, a pesar de todo, están ahí, sin desconocer la incertidumbre del lado vacío de la botella, pero afirmando el lado lleno.

Una anécdota: adolescente internada, su abuelo, único referente y familiar, en un parador de adultos. Se logra el puente entre ellos. De cada lado hay alguien que presta su celular, con la ardua organización horaria mediante y se logra la videollamada entre el abuelo y su nieta. Ambos se muestran los espacios en los que están y charlan durante una hora.

A modo de conclusión, pude estudiar la carrera que elegí. Puedo trabajar en la profesión que elegí y sigo eligiendo. ¿Qué más? La vacuna, ¡por favor!

Testimonio recogido por Ana Villarreal, periodista, miembro de conducción de la UTPBA.

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Por Eduardo Verona

Periodista. Miembro de Conducción de UTPBA.
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