Por Juan Ignacio Ruiz (*).- “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas” . Decir que Bertolt Brech, autor de la reflexión precedente, fue poeta y dramaturgo sería, cuanto menos, apelar a una síntesis demasiado parcial, que no refleja totalmente a la persona y al hombre comprometido con sus pares.
Nacido en Augsburgo el 10 de febrero de 1898, en el marco de una familia burguesa, Brecht fue ante todo un revolucionario. Desde joven se apasionó por el ajedrez y el escritura. Inició sus estudios en filosofía y literatura en la Universidad de Münich en 1917, y luego incluso comenzó a estudiar medicina.
Apenas pasados sus 20 años, comenzó a frecuentar ámbitos artísticos y literarios de Berlín. Siempre comprometido con cuestiones sociales, se involucró decididamente con el marxismo en la segunda mitad de la década del 1920.
El concepto de marxismo que defendió Brecht estuvo influenciado tanto por marxistas no dogmáticos y sin partido como también por la línea oficial del Partido Comunista de Alemania. La creación de su concepción del teatro épico transcurrió de manera paralela al desarrollo de su pensamiento político a partir del año 26.
Si bien el denominado teatro épico ya tenía algún tiempo de vida, Brecht logró en cierto modo popularizarlo. El compromiso político estaba en cada una de sus obras, en las que pregonaba por el teatro de tipo social, comprometido con los problemas de la época.
En 1928 escribió el musical de tono dramático La ópera de los dos centavos, una cínica pintura de cómo funciona el capitalismo. La obra fue, finalmente, uno de los grandes éxitos teatrales de Brecht.
Como dramaturgo y director teatral siempre se desarrolló en cuestionamiento con la visión del mundo burgués, y por tanto, con el estilo burgués del teatro. Sostenía enfáticamente que de acuerdo a las reglas establecidas, el teatro no hacía más que entretener al espectador sin ejercer sobre él ningún tipo de influencia política ni ideológica.
Otras obras que reflejan el propósito socialista de Brecht en el teatro son La toma de medidas, La excepción y la regla, El que dice sí y el que dice no.
Ya entrada la década del 30 y con el ascenso político de Adolf Hitler, Brecht debe abandonar Alemania y se estableció durante algunos años en Escandinavia. En 1941 decidió probar suerte como director y escritor en Estados Unidos, y se afincó en California. Pero allí también había persecuciones ideológicas, y todo aquel que estuviera identificado con el socialismo o el comunismo no tenía muchas chances de prosperar. Debido a aquel pre macartismo, por entonces conocido como Comité de Actividades Antiamericanas, Brecht regresó a Europa en 1948 y se instaló en Alemania. Allí vivió sus últimos años en Berlín del Este y fundó junto con su esposa, la actriz Helene Weigel, su propia compañía teatral, el Berliner Ensemble.
Brecht murió aún joven, de un infarto el 14 de agosto de 1956. Ya se había convertido en uno de los autores más importantes del siglo XX., en un intelectual comprometido con la sociedad, que hizo reflexionar a través del arte. Además hasta la fecha, significa una gran influencia para los escritores y dramaturgos contemporáneos.
(*) Periodista