El cambio climático es un hecho. El calentamiento global puede palparse sin la necesidad de realizar estudios científicos complejos, y los daños son muchos e irreversibles. La raza humana, mientras, no deja de contribuir con gases que significan no menos que leña al incendio que acecha al planeta tierra.
A menudo se emiten noticias sobre las “rarezas” del clima, huracanes, tsunamis, terremotos. El aumento del nivel del mar, de la temperatura global, el calentamiento de los océanos y la disminución de las placas de hielo son varios botones que sirven para una muestra evidente.
La acidificación de los océanos, los eventos meteorológicos extremos y el retroceso de los glaciares son ejemplos de un fenómeno que no augura nada bueno.
Las consecuencias -a largo plazo- podrían ser gravísimas, como el aumento de las enfermedades respiratorias, cardiovasculares e infecciosas provocadas por mosquitos y plagas tropicales, el desabastecimiento de agua potable, y la escasez de alimentos por la dificultad para cultivarlos debido a la afectación de los suelos.
En fin, el evidente incremento de la temperatura general de los sistemas climatológicos de la tierra y sus consecuencias -ya sea producto de causas naturales o por la mano del hombre- es uno de los mayores terrores que acechan el planeta, debido al impacto que esto puede tener no solo en el clima, sino también en todos los ecosistemas.