20 abril, 2018

Un mundo feliz (O de cómo anhelar la propia esclavitud)

Por Leticia Amato (*).-Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz, tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto, está a salvo, nunca está enferma, no teme a la muerte, ignora la pasión y la vejez, no hay padres ni madres que estorben, no hay esposas ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar.

Aldous Huxley nació en Inglaterra, en 1894. Sin duda, de su trayectoria filosófico-literaria, la novela Un mundo Feliz fue la que marcó un hito en la historia de la literatura anglosajona y constituye, hasta nuestros días, una referencia obligada dentro de aquel género que se propone proyectar, con elementos científicos, las futuras formas que, eventualmente, podría llegar a adquirir el mundo: la ciencia ficción.

Publicada en 1932, Un mundo Feliz inaugura la perspectiva distópica en la ciencia ficción -el futuro se avizora de manera apocalíptica y el hombre se presenta como un ser deshumanizado- a la que más tarde se sumarán 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

¿Por qué Un mundo feliz se convirtió con los años en un texto de culto a la hora de explicarnos, incluso desde la ficción, cómo funcionan los resortes de dominación socio-ciltural?

Bajo la estructura formal de una novela de ciencia ficción, Huxley imagina un universo futuro al que, al mismo tiempo, cuestiona, transformando su texto en una suerte de manifiesto existencialista. O tal vez se trate de una profecía autocumplida.

Cuando Huxley escribe esta obra, se encuentra atravesado aún, como muchas mujeres y hombres  de su generación, por la visión atroz que dejó del hombre y de su inconmensurable capacidad de destrucción, la primera guerra mundial. Luego, el advenimiento de la segunda reafirmaría su mirada trágica de la historia y también, precisamente, del futuro de la humanidad.

Huxley hace uso de ironías, alegorías y dobles sentidos para objetar, en clave de sátira, el modo de producción capitalista de EE.UU y de los países europeos que pujaban por emerger y superar la crisis económica de la década del ´30. Con certera acidez se mofa de Henry Ford -presente en el texto como sinónimo de “Dios”- y del fordismo desarrollado por la industria de la época que requirió del fomento exacerbado del consumo de, justamente, aquellos bienes producidos. Explica Mustafá, el más intelectual de los personajes: Nuestro Ford hizo mucho por trasladar el énfasis de la verdad y a belleza a la comodidad y la felicidad. La producción en masa exigía este cambio fundamental de ideas.

El avance tecnológico proyectado por Huxley en 1932 se refleja particularmente en esta novela por la forma en la que se reproduce la especie humana: de manera artificial, en enormes y asépticos edificios de fecundación donde se secuencian embriones y se fabrican ejércitos de humanos, con su correspondiente estratificación social. Estos hombres y mujeres no son concebidos por otros hombres y mujeres ni nacen de vientres maternos, así, son sujetos condicionados -primero genéticamente y después al nacer por la impartición de una práctica pavloviana- para desarrollar una labor social específica y neutralizar cualquier otra aspiración que no obedezca exclusivamente a aquella para la cual han sido programados.

Otro de los elementos que convierten a Un mundo feliz en un texto casi profético, y a Huxley en un visionario, es el uso legal y masivo que hacen los personajes de esa sociedad futurista del soma (cualquier parecido con el Clonazepan es pura coincidencia), una droga perfecta, especialmente diseñada para producir felicidad sin dañar al organismo. –Estás melancólico, necesitas un gramo de soma. Todas las ventajas del cristianismo y del alcohol y ninguno de sus inconvenientes- (…) Era una noche sin luna y sin estrellas, pero, afortunadamente, ellos no se dieron cuenta de este hecho más bien deprimente. Aquella segunda toma de soma había levantado un muro impenetrable entre el mundo real y sus mentes. Se muestra a una sociedad que se construye a sí misma sobre la base del equilibrio y la estabilidad perdurables pero a fuerza de reprimir las emociones y limitar el raciocinio: y si alguna vez por un desafortunado azar, ocurriera algo desagradable, bueno, siempre hay el soma, que puede ofrecernos unas vacaciones de la realidad. Siempre hay el soma para calmar nuestra ira, para reconciliarnos con nuestros enemigos, para hacernos pacientes y sufridos. (…) El cristianismo sin lágrimas, esto es el soma.

La hipótesis principal del texto habla de un futuro en el que la dominación socio-cultural no se ejerce mediante el uso de la fuerza y la violencia física sino creando en el interior de los propios sujetos los mecanismos de autocontrol y autorrepresión necesarios para que nada altere el curso normal de la vida.

El mundo feliz de Huxley es una distopía en la que la civilización, concebida en términos de avance, tecnológico se enfrenta -y vence- a la razón encarnada en el hombre “salvaje”, aquel desdichado que rechaza las comodidades de una sociedad atomizada y oprimida, portador de principios filosóficos altruistas, cuyo final es trágico, y que anhela un mundo en el que el sistema de producción capitalista no condicione la totalidad de los actos, comportamientos y emociones de los seres humanos.

(*) Periodista. Integrante de la Secretaría de la Juventud de la FELAP.

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