Por Ariel Barredo Coya (*), desde Hanoi.- Por estos días Vietnam celebra, lleno de orgullo nacional, el aniversario 76 de su independencia (2 de septiembre). Pero las calles de sus principales ciudades, Hanoi y Ciudad Ho Chi Minh, lucen desiertas. Un escenario totalmente impensado hace tan solo unos meses, cuando el país acaparaba nada más que el elogio unánime por su efectivo control del COVID-19.
Pese a ser una de las primeras naciones afectadas por la pandemia, dada su cercanía con China, Vietnam había logrado sortear con éxito los embates del coronavirus a lo largo del 2020 y el primer tercio de este año. Hasta que a finales de abril sobrevino la cuarta ola aparejada a Delta, la cepa hasta un 60% más contagiosa que el patógeno primigenio, la cual sumió al país en una situación alarmante. No tan crítica como la de muchos otros, incluso en la misma región, cierto. Pero sí lo suficiente como para poner en jaque a su sistema de salud.
Como reflejan las estadísticas, hace cuatro meses, la nación indochina registraba un total de tres mil 428 enfermos, pero la actual oleada del virus SARS-CoV-2 acaba de empujar esa cifra a más de 450 mil. Y también disparó la cantidad de muertes: 11 mil 64 al cierre de agosto.
Aunque la epidemia se ha esparcido a gran parte del territorio nacional, la situación es particularmente desafiante en la sureña Ciudad Ho Chi Minh, la más populosa del país, y en la vecina provincia de Binh Duong, donde rigen estrictas medidas de confinamiento (al menos hasta mediados de septiembre); con la suspensión de los viajes a otras localidades y el transporte público, el cierre de empresas y comercios que no sean de alimentos o medicinas, y la salida a la calle salvo necesidad imperiosa.
Ante ese panorama el primer ministro Pham Minh Chinh enfatizó la necesidad de asumir la luchar contra la pandemia como un deber y una responsabilidad de cada ciudadano consigo mismo y con la comunidad. De ahí la importancia de cumplir las drásticas medidas sanitarias actuales y garantizar que los pobladores no carezcan de comida u otros artículos esenciales, y tengan acceso a los servicios de asistencia social y la atención médica, subrayó.
Mientras se multiplican los hospitales de campaña y se despliega al personal médico en las zonas afectadas para atender a los pacientes y frenar la ola de contagio masivo, también se insiste en acelerar la vacunación. Ello supone, como reconoció el ministro de Salud, Nguyen Thanh Long, un paso decisivo para reconducir la situación actual, aunque inmunizar a casi 100 millones de habitantes, claro está, tampoco es que sea antoje fácil, sobre todo tomando en cuenta que el suministro de esos medicamentos aún escasea a nivel mundial.
En cualquier caso, por falta de esfuerzos en Vietnam no será, ya que el país negocia con países amigos y proveedores para administrar alrededor de 150 millones de dosis en los próximos meses. Un empeño para el cual se creó en junio el Fondo Nacional de Vacunas con el fin de recabar el apoyo de empresas, organizaciones y ciudadanos, incluida la comunidad de vietnamitas en el extranjero. Y a ello se suma la investigación y desarrollo de hasta tres vacunas autóctonas, la primera de las cuales (Nano Covax) espera recibir la luz verde lo antes posible para su uso, en aras prevenir y controlar la epidemia, en paralelo conjunto con otras iniciativas y soluciones tecnológicas.
A fin de cuentas, al igual que décadas atrás, cuando afrontó una de las guerras más cruentas que se recuerde, la mentalidad en Vietnam sigue siendo la de que solo mediante la solidaridad, el sacrificio y el espíritu de resistencia, (atrincherados a buen recaudo, aunque esta vez solo sea cada quien en su propia casa) el país podrá emerger victorioso de nuevo, sin dejar a nadie atrás.
(*) Periodista cubano. Editor del servicio en español de la agencia VNA.
