La cara no dice nada, aunque algunos pájaros se le parecen. Como todo hombre de negocios nunca está satisfecho, pero admite que las cosas van muy bien. Podríamos leerle el pensamiento: mientras haya guerras habrá esperanzas.
Se llama Patrice Caine y es consejero delegado de la compañía Thales, empresa que al cierre de este año embolsará unos 15 mil millones de dólares. Buena plata, pero nadie puede creer que sea toda.
En Medio Oriente, Asia, África y en América Latina –especialmente ahora- Thales se prepara para ganar mucho dinero, redoblando la apuesta en la colocación de sus productos de defensa, civil y militar, y de nuevos “juguetes” en el campo de la ciberseguridad. Sobre la realidad en Medio Oriente, es sabido que ese polvorín requiere de “alimentos” que estimulen la guerra, las guerras, los atentados, las matanzas.
Lo interesante en el caso de Europa es que el negocio crece, “repunta”, a raíz de las distintas caras de la violencia. En estos días todo parece indicar que a Thales le irá muy bien, los últimos hechos de sangre marcan tendencia y como es sabido, cuando una empresa empuja a que haya una tendencia, o la huele en el mercado, la vida le sonríe.
Thales vende, entre otros “chiches”, satélites militares y sistemas de vigilancia ultramodernos que van ganando espacio en grandes ciudades. En México, los vendedores de productos para atacar y, a la vez, para defenderse, se frotan las manos. Y Thales está ahí para “ayudar”. Es una empresa que promueve “las soluciones integradas”. Adaptadas a todo tipo de escenarios. ¡Brillante!