1 septiembre, 2016

Belgrano nunca conoció a Bach

Por Silvia Glocer (*).- Bach había nacido en Eisenach en 1685. Belgrano, en Buenos Aires, cuando aún pertenecía al rey de España, un otoño de 1770.

Ambos llevaron vidas prolíficas en sus quehaceres y sus producciones. Fueron múltiples las ocupaciones de cada uno.

El alemán, fue organista, violinista, maestro de capilla, cantor, hacedor de laberínticos caminos de contrapunto que lo conducían a construir misas, pasiones, fugas y conciertos inigualables. Toda su creación fue una obra artesanal de gran esfuerzo y aplicación, realizada con la posibilidad de enseñar y aprender.

El rioplatense estudió en la Universidad de Salamanca en donde se recibió de abogado, y sin perder de vista los ideales de libertad, igualdad y fraternidad traídos de la Revolución Francesa, fue secretario del Consulado, combatiente en las invasiones inglesas, vocal de la Primera Junta de gobierno, diplomático, militar en las guerras por la independencia, periodista y creador de la bandera argentina.

Belgrano nació 20 años después de la muerte de Bach. Si no lo conoció, no fue solamente por una cuestión de distancia en tiempo ni en espacio. Tampoco por ignorancia. Belgrano podría haber escuchado la obra de Bach en alguna tertulia porteña, o en algún teatro o iglesia de Buenos Aires o de Europa. Pero Bach había muerto en Leipzig, desconocido y en soledad. Su obra descansó con él durante largos años, hasta que en 1829, Félix Mendelssohn lo rescató del olvido. Interpretó la Pasión según San Mateo, un 11 de marzo berlinés y llevó a Bach definitivamente a ocupar el merecido lugar en la historia.

Belgrano entonces, no pudo conocer ni escuchar nunca la obra del genio alemán. Murió en la cama que lo había visto nacer, antes de que Mendelssohn redescubriera a Bach. Y, como Johann Sebastian, solo y sin pompa. De los ocho periódicos que se editaban en Buenos Aires en esa época, sólo uno, de poca tirada, publicó la noticia. Años más tarde, también rescatado del olvido, fue convertido en prócer.

Ahora, lo recordamos -en general- una vez al año, muchos pensando que el 20 de junio es el día en que se creó la bandera.

El tiempo no vuelve atrás. Nada hará, que Bach y Belgrano sean enterrados con honores, ni que el ilustre creador de la bandera argentina pueda escuchar algunas de las obras del inmortal maestro del contrapunto barroco. Sólo la memoria –virtud humana- hará que sus pasiones sigan palpitando en nuestro fiel corazón.

(*) Doctora en Historia y Teoría del Arte.

 

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