Por Martín Aostri (*).- Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro se disputarán entre el 5 y el 21 de agosto de este año. El máximo acontecimiento deportivo mundial se realizará por primera vez en la historia en un país sudamericano. Brasil atraviesa una situación institucional aún más complicada que la que debió vivir durante el Mundial de Fútbol de hace un par de años, con un presidente recientemente impuesto, Michel Temer, tras un golpe “democrático” a Dilma Rousseff.
Por medio de un comunicado Temer rescató la fuerte inversión efectuada en materia de seguridad, donde más de 85.000 “profesionales” estarán a cargo del mega operativo a realizarse durante los Juegos. Lo que no dijo el “presidente” es que para montar tal operativo tuvo que ayudar al estado de Río de Janeiro con un presupuesto de 850 millones de dólares, suma que no estaba en la cuenta cuando fue elegida ésta ciudad como sede de los Juegos en el año 2009.
Sostuvo Temer que de la cita olímpica participarán más de 17.000 atletas y que la inversión de Brasil por albergarlos a todos, más la infraestructura necesaria para llevar a cabo las distintas competiciones, además de la obra pública para alojar a todos los espectadores, periodistas y organizadores, en su mayoría ha salido desde la órbita privada: 2.000 millones de dólares, que superan en más del 60% lo presupuestado en 2008.
Casi nada de esa faraónica inversión quedará para hacer algo mejor la vida de los 16 millones de habitantes de Río de Janeiro, menos aún la del millón y medio que vive en condición de pobreza, como así tampoco reducirán su número las más de 1.000 favelas que existen en la ciudad.
El obvio objetivo de Temer, al ratificar el compromiso del gobierno de realizar los Juegos, es demostrarle al mundo que Brasil se encuentra en una democracia consolidada, que forma parte de una de las principales economías mundiales, que cuenta con capacidad organizativa –y de seguridad- para ser sede del mayor evento deportivo del planeta.
(*) Periodista